Desde aquel pasado 2000 hemos asistido a una modificación sustancial en las agendas de los movimientos sociales, agendas que aparcaban la cuestión de género para convertirla en una reivindicación “post-clase” convencidos y convenciéndonos de la inmediatez de una revolución de clase, para una vez lograda abordar la lucha feminista, sin querer ver que dentro de nuestros espacios de lucha se libraba otra silenciosa, una invisibilización de las agresiones de todo tipo que las mujeres venían sufriendo, por el hecho de serlo y de querer denunciarlo, dentro de las organizaciones tanto políticas de izquierda, como sociales. Es por ello que leer este artículo, además de las conclusiones del encuentro de Baladre en Paterna (Valencia), enfocadas a entender la RBis como un instrumento al servicio de las reivindicaciones feministas, es revelador del camino largo y certero tanto de la propia propuesta RBis como de la lucha de las mujeres.
Pero entrando de lleno en la cuestión vamos a hacer un breve repaso de los puntos fuertes que Jose Iglesias aborda en este artículo:
Si bien es cierto que aún no se llega a adoptar la visión que el ecofeminismo le aporta como herramienta que permita una visibilización de dichos cuidados como punto clave del cuidado, a su vez, del medio ambiente:
a) En efecto, para quienes hemos ido paseando la RBis a diestro y siniestro por ambos lados del charco, nos resulta revelador imaginar que la percepción de un ingreso personal, sin vinculación al empleo, universal y siempre suficiente para garantizar una vida digna, permite al sujeto “oprimido” por el sistema tener un arma para romper el chantaje salarial al que tradicionalmente se ha visto sujeto y en esa misma línea las mujeres podrían, al menos, optar a romper sus relaciones familiares o simplemente a no aceptarlas. Entendiendo que la familia es el nanoreflejo del sistema cultural patriarcal basado en la dominación-masculina sobre lo femenino, y que por tanto las mujeres en el ámbito doméstico se han venido viendo abocadas al silencio, al trabajo no remunerado ni reconocido por más esencial y necesario que lo veamos. Me gusta siempre remarcar la “optatividad” como un derecho humano más, por tanto no puedo más que creer que la RBis es fundamental para que una mujer tenga la capacidad de elegir qué hacer ante la vida y que no se vea obligada a aceptar una sumisión (aunque parezca voluntaria) doméstica.
b) Y siguiendo esta misma línea de optatividad, aunque en las relaciones de violencia median otros factores y circunstancias, la RBis al menos minimiza el impacto que la falta de recursos tiene en las mujeres sometidas a vejaciones varias por el macho dominante, pues aquí media también una cuestión de clase, pues si bien la violencia hacia las mujeres dentro del ámbito doméstico no parece tener clases, es certero matizar que aquellas que disponen de recursos económicos siempre pueden optar antes a abandonar estas relaciones; aunque insisto que median otros factores como la capacidad emocional de engancharse a relaciones violentas, la dependencia emocional, el miedo a la desprotección de menores a cargo, el juicio social. etc.
c) En este tercer punto esencial, que encuentro en el artículo de Jose, quiero empezar contando lo llamativo que siempre me ha parecido el reconocimiento que se hace de la labor de cuidados, me refiero al concepto “ángel del hogar” que de hipócrita que suena resulta francamente repulsivo, porque la vida se construye de hechos y no de palabras y en efecto “cacarear” a bombo y platillo en fechas señaladas la importancia de las “amas de casa” (amas, realmente irrisorio este concepto) por otro lado en la macroeconomía estatal se obvia la capacidad productiva indirecta que dichos cuidados significan, aún hoy que tanto acento social se pone en ello seguimos observando esos lamentables porcentajes de ocupación por géneros dentro del hogar y que Jose nos ofrece en el interior del artículo. El trabajo de cuidados sigue sin ser reconocido, porque reconocer un ámbito de la vida social implica una visibilización estadística de sus resultados, su remuneración si fuera preciso y sobre todo desprenderlo del género. Obviamente sigue anclado en el ámbito privado y aferrando a las mujeres a su desempeño, claramente por la falta de reconocimiento que cito antes; sin embargo un alto número de hombres manifiestan cuanto les gustaría desempeñar estos trabajos, o cuánto disfrutan del cuidado de su entorno afectivo, pero en tanto no se le desprenda la concepción femenina del mismo será difícil que voluntariamente opten por realizarlo a no ser que dispongan de recursos suficientes para renunciar a sus empleos, y aquí es donde la RBis hace su estelar aparición en forma de clarificación de conceptos: trabajo-empleo, rompiendo el chantaje del que hablé anteriormente y permitiendo de nuevo que la optatividad haga aparición.
d) Y por último el objetivo final de la lucha por la RBis, es decir, alcanzar una sociedad comunal me parece absolutamente imprescindible. Desde tiempos ancestrales las mujeres se han relacionado (en contra de la visión de la mala mujer competitiva que no puede tener amigas) de una forma sorórica natural. No puedo dejar de recordar como las vecinas del barrio se apoyaban unas a otras en los cuidados a los que por varias razones no se alcanzaban. Parecía entonces una cuestión “local” del lugar donde me tocó crecer que la vigilancia de los juegos entre las más pequeñas se realizara de forma naturalmente rotativa entre las abuelas, la compra se hacía para varias casas, se cocinaba discretamente para la casa y “como sobraba” se llevaba a aquella que tanta hambre padecía, la mujer que buscaba un mandil vecino donde secar las lágrimas del miedo. Por ello, el hecho de alcanzar en este camino hacia la RBis, una sociedad de este tipo encarnada no solo por mujeres sino también adoptada sin separación de géneros, me parece uno de los mejores finales para olvidar de una vez por todas la pesadilla del sistema socio-cultural heteropatriarcal que tanto daño, tantas guerras, tanta violencia y tanto dolor ha infringido durante milenios a la humanidad, que por otro lado no ha sabido o no ha querido (dominada por élites codiciosas) que nuestras relaciones sean de apoyo mutuo y comunidad.
b) De hecho, la postura más silenciada (a nivel social y académico) es justamente la marxista y feminista, que en España representa la obra de José Iglesias y de movimientos sociales como Baladre, a los que ni siquiera se mencionan en los monográficos que se han ido publicando en los últimos años sobre la renta básica y/o sobre los nuevos feminismos. ¿Por qué será?
Desde las posiciones de derechas la atacan por sus características de izquierdas y feministas. Mientras que desde la ‘izquierda emocional’ la atacan por sus supuestas características de derechas y patriarcales. Lo cierto es que ninguna habla de lo mismo. Por lo tanto no se discute sobre el mismo objeto de análisis, aunque lleven la misma etiqueta.
Una forma de ilustrarlo brevemente es a través de la siguiente reflexión que compartía conmigo la investigadora paraguaya Leticia Mengual acerca de la crítica feminista, ácida e injusta que hacía de forma colateral María Pazos sobre la renta básica en su último libro “Contra el patriarcado” (ver páginas 252-262), mezclándola además con las transferencias condicionadas, y sin precisar en ningún momento sobre qué enfoque o modelo de RB está hablando. Resumo brevemente en tres puntos los aspectos clave de la debilidad de la crítica de Pazos que Mengual subrayaba, añadiendo además cómo contribuye al debate la reflexión de Iglesias escrita ya hace casi dos décadas:
b)En definitiva, la crítica feminista de Pazos es a un modelo redistributivo que poco tiene que ver con la RB que propone y analiza José Iglesias, inclinándose la autora más por un sistema de trabajo garantizado, aunque no lo mencione explícitamente así. De hecho parece que ignora deliberadamente la existencia de las distintas lecturas feministas en defensa de la RB. Y no reflexiona sobre la doble función de la familia en sociedades capitalistas que ya denunciara Iglesias en 2001, para no caer en debates circulares y reproches ideológicos sin sentido:
“Por tanto, se necesita una doble reflexión: una sobre el rol de la familia dentro de la sociedad de clases como es el capitalismo, y donde se produce y reproduce la mercancía fuerza de trabajo que ha de ser explotada, y otra sobre la función de la familia como ámbito que genera y perpetua la opresión de la mujer”.
En resumen. Muchos autores se centran en la idoneidad de la RB por ser una herramienta de lucha contra la pobreza, pero no solo sirve para eso. Es también una herramienta de lucha feminista, como José Iglesias pone de manifiesto, pues los procesos de feminización de la pobreza siguen vigentes y en aumento.
Hay que recordar por enésima vez que la RB es una propuesta de redistribución de la renta, no una loca sugerencia inflacionista como consecuencia de imprimir más dinero. Se trata de repartir mejor la tarta existente. Repartir. Ni más ni menos. Una concepción poderosamente feminista de la riqueza y del bien común que es inherente a la concepción de RB que propone José Iglesias, ya que “aseguraría a la mujer cierta independencia económica en la lucha de clases (mercado de trabajo), y la lucha de género (unidad de convivencia familiar) que algunos movimientos feministas están llevando a cabo”.
La principal barrera ideológica a la RB proviene tanto de círculos neoliberales como postkeynesianos, al parecer coinciden en la necesidad de condicionar la RB a la búsqueda de trabajo. Advertencia: Introducir la condicionalidad supone de facto dejar de hablar de RB y hablar por tanto de otra cosa, de otras medidas redistributivas o asistencialistas, pero no en rigor de RB. Pues por definición la RB es incondicional y universal.
En definitiva, tomando la ley del valor como referente básico del funcionamiento capitalista, podemos decir que la RB será feminista según quien la defienda: o sirve para atacar el núcleo del capital y el patriarcado o simplemente para engrasarlo, dependiendo de si reconoce o no la explotación en los ámbitos productivo y reproductivo y de si le confiere a la RB la función de restauración y reapropiación del excedente a la clase.