Hace tiempo qué, en libros, cursos, seminarios y artículos, señalamos que el municipio es el lugar donde iniciar los procesos hacia los modelos comunales de sociedad, alternativas utópicamente posibles a reemplazar el capitalismo. Es en el transcurso del proceso cuando destacamos una acciones y unos tiempos de cambio de rumbo de la gestión municipal, en los que, en uno de ellos, se da la soberanía municipal. Más abajo detallamos estas fases en las cuales los presupuestos se diseñan en función de beneficiar unos intereses de clase. En el municipalismo de mercado (fase actual), la gestión y los presupuestos benefician la privatización de los servicios sobre el uso colectivo de los mismos; en la fase del municipalismo del estado del bienestar (fase siguiente) las zonas libres (o ámbitos de autonomía)(1) entran en la gestión y renacionalizan lo servicios más importantes (municipalismo de bienes públicos); para ir incorporando en la política de la alcaldía, aquellas modificaciones que transforman las políticas del presupuesto municipal exigidas por las auténticas comunidades municipales. Por tanto, y como resumen, ¿por qué es importante el municipalismo en los procesos anticapitalistas? Porqué supone el espacio donde se tiene que dar: 1) el choque entre el capitalismo como sistema y los gérmenes de su modelo alternativo; 2) la sustitución entre las formas de gobierno (la existente, representativa, por la alternativa, horizontal); y 3) la organización de la insurrección por la múltiple presencia de los sujetos sociales que han de asumir el diseño de los procesos y la transformación de esta sociedad. Es decir, a continuación enumeramos las fases del proceso en el que, con su desarrollo se dará la soberanía municipal, de la siguiente manera:
“El municipalismo es una filosofía de la praxis, de la acción, por la que toma su nombre del lugar o territorio en el cual actúa. Siguiendo las normas y aplicando el criterio o matriz comunal, el proceso municipalista asume y sostiene que los recursos han de satisfacer las necesidades humanas, pero de forma que tanto la propiedad como la organización y la gestión de los mismos sean comunitarios (propiedad comunal). Este proceso, que contiene una fuerte dosis de utopía, es un desafío a los poderes del sistema, pero se ha de entender como un proceso abierto, dejando que cada sujeto social (colectivo o persona) decida qué proceso sigue para caminar con cierta seguridad hacia la destrucción del capitalismo. Será esta filosofía la que oriente el proceso de cambio, desde la situación de partida en la que se encuentra jurídicamente la municipalidad hoy, hasta su final transformación en una sociedad comunal, pasando antes por la consolidación de la soberanía municipal, fase en la que se han renacionalizado todos aquellos servicios públicos indispensables para la garantía de la vida con bienestar: vivienda, agua, luz, gas, salud, educación, transporte, ocio, medio ambiente, etc. Así mismo, servirá de orientación para que las políticas e instrumentos que se propongan aseguren que los recursos privados se conviertan en públicos, y lo público en comunal, para bienestar de la ciudadanía. (2)
El proceso municpalista tiene dos fases:
"Con Manuel mantuvimos interminables conversaciones sobre comunalismo, Historia, revolución, Renta Básica... un gran luchador y un hombre entrañable"
Esta es la verdadera fase de construcción de un nuevo sistema. En esta fase o período en el que el sector comunal comienza a ser dominante, se va a conformar la sociedad comunal, punto de llegada, donde todos los recursos serán de propiedad comunal, así como el uso de los servicios y mercancías que generen estos recursos. Es decir, un tiempo en el que se va imponiendo el dominio del sector comunal, tanto en la gestión política, como en la productiva y distributiva, así como en la consolidación de los valores comunales: amistad, apoyo mutuo, igualdad, esa comunidad en la que la felicidad individual y colectiva va floreciendo a consecuencia de la confianza entre sus miembros. Es decir, es el momento en que se consigue la tan ansiada soberanía municipalista. A partir de esta etapa, la anticapitalista, sólo serán autorizados los bienes privados considerados como riqueza no productiva. De forma más detallada:
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