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El final está cerca, pero el principio también

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El final está cerca, pero el comienzo también. Desde el Marxismo, reflexiones para la recuperación del ecologismo
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El final está cerca, pero el comienzo también. Desde el marxismo, reflexiones para la recuperación del ecologismo. Bolivia, julio de 2014.

 
E l final está cerca, pero el comienzo también Desde el marxismo, reflexiones para la recuperación del ecologismo es un libro coral. Son muchas las personas que participan en él, aunque la selección y la responsabilidad de convocarlas a todas a mostrar sus argumentos en estas páginas son mías.

Un elemento central, que subyace en cada parte del libro, es entender, y a veces explicar, las causas por las que el paradigma ecológico centra su objeto de preocupación casi exclusivamente en el buen o mal uso de los recursos naturales, con total olvido del capitalismo, en tanto y cuanto es propietario y transformador de los mismos en mercancías, así como es el principal responsable de la destrucción ambiental que denuncia el ecologismo. Una denuncia de los hechos sin implicar a los responsables, así como dar a entender que la economía ecológica (EE) establece que, de lo que no existe no duda; por tanto, si el capitalismo no existe, ¿para qué cuestionarlo? Incluso para los ecologistas que reconocen la existencia del sistema, el capitalismo “no es un problema si puede estar controlado: [sólo hay que] cambiar el sistema fiscal de forma que los impuestos recaigan sobre el capital y no el trabajo; gravar la extracción de recursos energéticos y naturales; aumentar la ocupación laboral y dar bonificaciones a la gente cuidadosa del medio ambiente; estimular en la población la creación de energía propia; hacer que los automóviles consuman menos y más limpio; que la alimentación sea más sana, etc.”

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Sin embargo, para muchos autores, el capitalismo no sólo existe, sino que es el responsable palmario de la devastación de la naturaleza: “la base natural vital de nuestra propia existencia, es directamente atacada por la devastadora invasión del capital en el mundo natural en el cual los seres humanos deben sobrevivir o perecer”. Es más, la imparable e indispensable commodification de la naturaleza por el capitalismo hace que esta esté cada vez más atada al circuito de la producción y comercialización de las mercancías. Todo esto hace que la preocupación por las razones de la ausencia del paradigma marxista en la interpretación ecologista de tal dilapidación se convierta en otro elemento central del libro; ¿a que se debe esta negación? El resultado de la contrastación de ambos paradigmas, ecológico y marxista, tanto en el despilfarro y la commodification de los recursos naturales, así como con la explotación humana, me lleva a la conclusión y posicionamiento que “la superación de la estructura capitalista [ha de tener] prioridad, porque la destrucción de la naturaleza es una consecuencia, no la causa de la barreras de este sistema”

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En esencia, y con la ayuda de tanto autor invitado, estos serán los principales temas sobre los que reflexionaremos.


 
E staba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto.

Sobre la mesa había desparramado un muestrario de paños - Samsa era viajante de comercio-, y de la pared colgaba una estampa recientemente recortada de una revista ilustrada y puesta en un marco dorado. La estampa mostraba a una mujer tocada con un gorro de pieles, envuelta en una estola también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía un amplio manguito, asimismo de piel, que ocultaba todo su antebrazo.

Gregorio miró hacia la ventana; estaba nublado, y sobre el cinc del alféizar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo sentir una gran melancolía. «Bueno -pensó-; ¿y si siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas estas locuras? » Pero no era posible, pues Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no le permitía adoptar tal postura.

Por más que se esforzara volvía a quedar de espaldas. Intentó en vano esta operación numerosas veces; cerró los ojos para no tener que ver aquella confusa agitación de patas, que no cesó hasta que notó en el costado un dolor leve y punzante, un dolor jamás sentido hasta entonces. - ¡Qué cansada es la profesión que he elegido! -se dijo-.

Siempre de viaje. Las preocupaciones son mucho mayores cuando se trabaja fuera, por no hablar de las molestias propias de los viajes: estar pendiente de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian constantemente, que nunca llegan a ser verdaderamente cordiales, y en las que no tienen cabida los sentimientos. ¡Al diablo con todo! Sintió en el vientre una ligera picazón. Lentamente, se estiró sobre la espalda en dirección a la cabecera de la cama, para poder alzar mejor la cabeza. Vio que el sitio que le picaba estaba cubierto de extraños untitos blancos. Intentó rascarse con una pata; pero tuvo que retirarla inmediatamente, pues el roce