El ser humano no es tan despiadado cómo se dice. Es en sociedades como el capitalismo, en las cuales se deifica la propiedad, donde las clases propietarias oprimen a las poblaciones. Controlan un proceso basado en la apropiación/explotación de los recursos naturales y la fuerza de trabajo, proceso que reproduce permanentemente la desigualdad (de riqueza y renta), y esta conlleva en sus entrañas la pobreza y la miseria. Es decir, la mendicidad es el estadio final de la pobreza, el último peldaño de la degradación que la persona experimenta en el proceso de empobrecimiento del sistema, el cual necesita la desigualdad para poder funcionar, y continuamente causa la desigualdad como parte de la explotación en su lógica de reproducción sistémica. Así mismo, tampoco el nivel salarial mínimo legalizado impide la pobreza y la precariedad de vida de las poblaciones. Con lo que, las políticas que se propongan, han de garantizar la emancipación de la población de esta tiranía del sistema
Por tanto, es en estas sociedades donde las instituciones de beneficencia son dominantes, y los pensadores afines idean nuevos programas de ca-ridad para atemperar estas opresiones del capitalismo. La Renta Básica (RB) es una propuesta para que el acceso a la caridad sea por “derecho subjetivo”. Su definición y características la convierten en un mecanismo redistributivo idóneo para hacer tolerable los niveles de pobreza y mendicidad, a la vez que un disolvente para licuar el potencial conflicto de clases: por el mero hecho de nacer, es el derecho que tiene cada persona a percibir una cantidad periódica que le permita una vida digna; es individual, universal e incondicional, en el sentido de que a RB no está limitada por los ingresos ni por la obligación de aceptar un empleo asalariado o un programa de inserción social.