La TINA (That Is Not Alternative) la llevamos tan dentro nuestro que ni nos damos cuenta que nos tiene paralizados. ¿Para qué pensar, fantasear, soñar otros futuros mejores que nuestro presente si no hay alternativa? Cuando en 2002 le preguntaron a Margaret Thatcher cuál creía que era el mayor logro de su carrera política, ella contestó: «Tony Blair y el nuevo laborismo. Obligamos a nuestros oponentes a cambiar su forma de pensar».
Otra característica de esa subjetividad neoliberal, a parte del individualismo metodológico y el reino del mercado en “casi” todos los aspectos de nuestras vidas, es el presentismo que, junto a la negación de los grandes relatos y la relativización de la verdad, conforman un cierto postmodernismo, una sociedad líquida.” Ni pasado ni futuro, sólo importa y existe el presente. ¿Para qué entonces estudiar el pasado? ¿Para qué pensar un futuro diferente?
¿Será esa una de las razones por las que el “nuevo municipalismo o municipios por el cambio” que estallan en 2015 no hayan cubierto ni de lejos las expectativas de muchos movimientos sociales? ¿Será, como dijo Audre Lorde, que “las herramientas del amo jamás desmontarán la casa del amo”? ¿Será que no ha habido un objetivo claro de llegada, una utopía hacia la que caminar, siguiendo un proceso y con unas herramientas bien definidas y reconocidas como tales y no confundiéndolas con alternativas?
Son muchos los que proclaman como “alternativas” al capitalismo una gran variedad de experiencias, desde la economía social y solidaria hasta el zapatismo, desde las ecoaldeas (1) hasta el movimiento naxalita, (2) siendo usual calificar a ese maremágnum de experiencias, de resistencias, como alternativas cuando realmente son procesos, incluso puede que no sean más que instrumentos.
Sin duda esa confusión se debe en primer lugar a una pérdida o ausencia de aquello que José Iglesias gusta de llamar “punto de llegada”. Es evidente que no podemos saber hoy cómo será la sociedad “ideal” a la que aspiramos. No sólo no podemos, sino que no debemos. Por esa razón hay que desconfiar de aquellas propuestas cerradas como en su momento fueron los falansterios de Fourier y que hoy en día proliferan. Lo que sí tenemos que saber es cómo queremos que no sea esa sociedad ideal. Podemos decir que las utopías son críticas del presente, en tanto buscan salirse de él por injusto y que no las tenemos que leer como un proyecto o una predicción, sino como una visión de descontento.
Los cambios sociales tienen que tener una dirección y actuación hacia el futuro, un objetivo, aunque no sea concreto. Por ejemplo, puede proponerse como una alternativa, una utopía que es la sociedad comunal a la que se puede llegar a través del proceso del municipalismo comunalista. Si no somos capaces de tener pequeñas utopías porque el pragmatismo nos disuade, querrá decir que el capitalismo con su racionalidad nos ha ganado ya.
Esa combinación de ambos niveles, muy difícil de conseguir ya que requiere de mucha imaginación, será lo que dará la calificación de “débiles” o “fuertes” a instrumentos y procesos. Aun reconociendo que la okupación es un instrumento fuerte, como puede serlo la Renta Básica de los Iguales, no es lo mismo la experiencia de la mayoría de las PAH que la del Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria. Como tampoco son lo mismo las diferentes maneras de afrontar la falta de alimentos en pleno confinamiento, desde las ollas comunes de Chile, por ejemplo, al reparto de lotes por parte de instituciones ya sean públicas o privadas.
Se hace imprescindible ir revisando constantemente si nuestras propuestas o acciones llevan la dirección correcta. Y aquí es donde aparece la “brújula matriz ampliada” de José Iglesias. Con ella podemos orientarnos, podemos evaluar experiencias de otras gentes, pasadas o presentes. No para copiarlas, claro que no, imposible, pero sí para inspirarnos, para despertar esa imaginación tan necesaria para ir construyendo nuestro propio proceso colectivo.
Revisar las experiencias pasadas de Münster, Diggers, Liga Iroquesa, Quilombo de Palmares, Falansterios, Aldeas de cooperación, Comuna de París, Kibbutz, URSS, Yugoslavia, Cristiania, …, o las presentes de Kerala, Marinaleda, Cherán, Zapatismo, Rojava, Longo Mai, MST, Cuba, Venezuela…, por nombrar algunas, bajo el prisma de la “brújula matriz” puede ayudarnos a descubrir los puntos fuertes y débiles de cada una de ellas. Puede ayudarnos a ver aquello que debemos fomentar en nuestro proceso y lo que debemos evitar o vigilar.
Ferrán Polo, María Rico y Mireia Claverol
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