Lo que es todavía más contradictorio, es que toda esta inseguridad y pobreza no es producto de catástrofes accidentales, sino parte integrante de la dinámica normal del sistema económico actual, basado en la globalización y la competitividad: “la velocidad del rayo a la que el capital se mueve a través de las fronteras, la aceleración del cambio técnico, la rápida evolución de las necesidades de gestión y de los mercados están aumentando la presión para realizar reajustes estructurales y conceptuales hasta el punto de ruptura. Esto está multiplicando los costes humanos y sociales del proceso de globalización a un nivel que pone a prueba de una forma sin precedentes el tejido social de las democracias”.
La obra que aquí prologamos es un valioso intento en esta dirección. Parte de toda una corriente creciente de pensamiento crítico en Economía, recoge una serie de artículos y propuestas que se han ido presentado en los últimos años dispersos en diversas publicaciones, algunas de difícil acceso. Con ellas, el autor pretende plantear graves problemas sociales de actualidad y propone algunas medidas para enfrentarse a ellos, desarrollando toda una línea de pensamiento y actuación todavía relativamente poco conocida en castellano.
Pues, “cuando su Divina Majestad dijo que siempre tendríamos entre nosotros pobres, es cosa piadosa y cierta que quiso significar que habían de ser pobres legítimos y verdaderos, y porque con nuestra malicia y descuido no pretendamos adulterar la palabra de Nuestro Señor, que no puede faltar eternamente, que es bien se procure y ataje que en lugar de pobres falsos anden verdaderos” (Págs. 51-88).Desde esta visión de la pobreza han pasado casi quinientos años. Y ahora, en los albores del Siglo XXI, nos preguntamos: ¿qué es lo que realmente ha cambiado sobre la pobreza en las sociedades actuales y, en concreto, en España? Es evidente que durante este tiempo se han transformado las estructuras productivas, las relaciones sociales de producción y las formas de gobierno, mientras que la riqueza no ha cesado de crecer progresiva y abundantemente. Consecuencia de estas mutaciones, las formas de vida y los hábitos de consumo han variado tambien radicalmente. A destacar entre todo ello que lo que se consideraba en aquella época como ociosidad en sentido negativo, hoy se ha transformado en ociosidad consuntiva y es un importante sector de actividad económica de los modelos de crecimiento de los sistemas capitalistas. A lo largo de este período, también se han reconocido a las personas y a los pueblos muchos derechos cívicos, políticos, sociales y culturales que hubieran sido impensados para aquella época.
En “Capitalismo, marginación, pobreza”, desarrollamos esencialmente una interpretación estructural de estos dos conceptos. Explicamos también como tales <
En “Renta mínima de inserción: un caso de beneficiencia pública”, aplicamos a una medida de intervención pública la teorización sobre la marginación y la pobreza realizada en el trabajo anterior. Si como fruto de las interpretaciones sobre el origen y la dinámica de la desigualdad, llegamos a la conclusión de que la injusticia social que comporta la marginación y la pobreza conlleva proponer la destrucción del capitalismo, ignorar esta conclusión supone participar en la legitimación del sistema causante de tales males sociales. Por esta razón nos preguntamos ¿qué puede hacer el Estado? En la línea de la beneficencia pública, elegida mediante la medida de conceder uina renta mínima de inserción a los empobrecidos, poco o nada. Lo afirmamos y lo demostramos.
En “Del reparto del trabajo al reparto de la renta”, comenzamos una etapa en la que buscamos propuestas a estos dos fenómenos de empobrecimiento que contengan principios de justicia social y, de alguna forma, vayan educándonos en la aplicación de medidas más solidarias e indispensables para una convivencia humana en sociedades alternativas al capitalismo. Legitimada la propuesta por tratarse de un derecho ciudadano a la protección contra toda eventualidad que ponga en peligro la sobrevivenncia humana, la renta básica actuaría como mecanismo de redistribución social de la renta, de forma que proporcionase a cada persona aquella cantidad indispensable para cubrir dignamente las necesidades básicas. Como toda propuesta, esta tiene sus pros y contras, aspectos que evaluamos preferentemente en este trabajo para justificar su deseabilidad ética.